Infarto en personas mayores

infarto en la tercera edad

Padecer un infarto en personas mayores es un riesgo muy elevado, ya que el envejecimiento aumenta significativamente el riesgo de enfermedades del corazón, incluido el infarto de miocardio. Por ello, el cuidado cardiovascular en personas mayores es crucial.

Con la edad, los vasos sanguíneos tienden a endurecerse y perder flexibilidad, lo que puede llevar a problemas como hipertensión y arteriosclerosis. Estos factores elevan la probabilidad de sufrir un infarto, una de las principales causas de mortalidad en adultos mayores.

El riesgo de sufrir un infarto en la población de adulto mayor es elevado, principalmente debido a la acumulación de factores de riesgo como la diabetes, colesterol alto, y estilos de vida sedentarios. Además, las personas mayores suelen experimentar síntomas atípicos durante un infarto, lo que dificulta su detección temprana.

Infarto en personas mayores: concepto y tipos

Un infarto, o infarto de miocardio, es la interrupción del flujo sanguíneo hacia una parte del corazón, lo que provoca daño en el músculo cardíaco debido a la falta de oxígeno. Este evento suele ocurrir cuando una arteria coronaria se bloquea total o parcialmente, normalmente debido a la acumulación de placa (una mezcla de grasa, colesterol y otras sustancias). Si no se restablece el flujo sanguíneo de manera rápida, la parte del corazón afectada comienza a sufrir daños permanentes, lo que puede llevar a consecuencias graves, incluso la muerte.

Existen diferentes tipos de infarto según las condiciones en que se produzca. Veamos los tipos de infarto más comunes:

  • El primer tipo de infarto ocurre cuando la arteria coronaria está completamente bloqueada, lo que provoca un daño significativo en el corazón. Por ello, es el tipo más grave de infarto y requiere atención médica inmediata.
  • El segundo tipo de infarto ocurre cuando la arteria coronaria está parcialmente bloqueada, lo que limita el suministro de sangre al corazón. Aunque es menos severo que el primero, también puede causar daño al músculo cardíaco y requiere tratamiento urgente.
  • El tercer tipo es lo que se conoce como infarto silencioso. Este tipo de infarto ocurre sin los síntomas tradicionales como dolor en el pecho. Las personas mayores, especialmente las mujeres, son más propensas a experimentar infartos silenciosos. A menudo, se detectan en chequeos médicos rutinarios o tras observar síntomas menos obvios como fatiga o malestar general.

Conocer los diferentes tipos de infarto ayuda a identificarlos y tratarlos de manera oportuna, reduciendo el riesgo de complicaciones graves.

Factores de riesgo de infarto en personas mayores

Las causas de infarto en personas mayores suelen estar relacionadas con diversos factores que aumentan el riesgo de sufrir este tipo de problemas cardiovasculares. Entre las principales causas se encuentran las siguientes:

  • Enfermedades crónicas: Condiciones como la diabetes, la hipertensión y el colesterol alto son factores clave en el desarrollo de un infarto. La diabetes daña los vasos sanguíneos y puede causar aterosclerosis (endurecimiento de las arterias), mientras que la hipertensión aumenta la presión sobre las paredes arteriales, debilitándolas. El colesterol alto favorece la formación de placas en las arterias, lo que dificulta el flujo sanguíneo hacia el corazón.
  • Estilo de vida sedentario: La falta de ejercicio y una mala alimentación son otros factores críticos. La inactividad física contribuye a la obesidad, aumenta la presión arterial y disminuye la capacidad cardiovascular. Al mismo tiempo, una dieta rica en grasas saturadas y sal puede aumentar los niveles de colesterol y favorecer el endurecimiento de las arterias, incrementando el riesgo de infarto.
  • Estrés y salud emocional: El aislamiento social y la falta de apoyo emocional pueden afectar negativamente la salud cardiovascular de las personas mayores. El estrés crónico puede aumentar la presión arterial y la frecuencia cardíaca, lo que ejerce presión adicional sobre el corazón, incrementando el riesgo de infarto. Además, el aislamiento emocional puede llevar a la depresión, lo que a su vez reduce la motivación para mantener hábitos saludables.
  • Factores genéticos y antecedentes familiares: Los factores hereditarios también juegan un papel importante. Si existen antecedentes familiares de enfermedades cardíacas, el riesgo de infarto es mayor. Conocer el historial médico familiar permite identificar riesgos y adoptar medidas preventivas a tiempo, como cambios en el estilo de vida o monitoreos médicos más frecuentes.

Mantener un control adecuado de estos factores es fundamental para reducir el riesgo de infarto en las personas mayores.

Prevención y señales de alerta de infarto en personas mayores

Los síntomas de un infarto pueden variar, pero los más comunes incluyen dolor intenso en el pecho que se irradia al brazo izquierdo, mandíbula o espalda, falta de aire, mareos y sudoración fría. Sin embargo, en las personas mayores, estos síntomas pueden ser más atípicos o menos evidentes. Entre los síntomas que podemos encontrar estarían una fatiga extrema, malestar digestivo o dolor en áreas no relacionadas con el pecho, como la espalda o el cuello. Como podemos observar, son síntomas muy comunes que se pueden dar en otras circunstancias. Por ello, es fundamental estar atento a cualquier signo inusual y actuar siempre de inmediato.

Es de suma importancia además la prevención. Para ello, es esencial implementar hábitos de vida saludables:

  • Alimentación saludable: Seguir una dieta mediterránea rica en frutas, verduras, cereales integrales, pescado y aceite de oliva ayuda a mantener el corazón en buen estado. Es crucial reducir el consumo de sal y grasas saturadas, que pueden elevar el colesterol y la presión arterial, dos de los principales factores de riesgo de infarto.
  • Actividad física regular: El ejercicio es fundamental para la salud cardiovascular. En personas mayores, se recomiendan ejercicios adaptados a la edad, como caminar, nadar o realizar ejercicios suaves de fortalecimiento. La actividad física mejora la circulación, reduce la presión arterial y ayuda a controlar el peso.
  • Control médico regular: Los chequeos cardiovasculares son esenciales para detectar a tiempo cualquier problema del corazón. Es fundamental realizar un monitoreo frecuente de la presión arterial y los niveles de colesterol, así como seguir las indicaciones médicas.
  • Gestión del estrés y bienestar emocional: El bienestar emocional es clave en la prevención del infarto. Fomentar actividades recreativas, como hobbies o grupos sociales, y proporcionar apoyo emocional para reducir el estrés y la soledad mejora la salud cardiovascular en personas mayores.

Qué hacer tras un infarto: medidas y cuidados

Tras un infarto, actuar de manera rápida y adecuada es esencial para aumentar las posibilidades de una buena recuperación. Lo primero que se debe hacer es llamar a emergencias inmediatamente. Al hablar con el operador, es importante proporcionar la ubicación precisa y describir los síntomas de la persona afectada (dolor en el pecho, falta de aire, etc.). Mientras se espera la llegada de los servicios médicos, se debe mantener a la persona calmada y sentada o recostada, y estar preparado para realizar RCP si deja de respirar.

Una vez atendido el infarto, la rehabilitación cardíaca será una parte clave del proceso de recuperación. Los programas de rehabilitación ofrecen ejercicios controlados para mejorar la salud del corazón, junto con educación sobre cómo llevar un estilo de vida más saludable. Los ejercicios deben estar supervisados por un especialista y adaptados a las capacidades de la persona mayor.

La adaptación del estilo de vida es fundamental. Es necesario implementar mejoras en la alimentación, como una dieta baja en grasas y sal, realizar ejercicio moderado según lo recomendado y, si es el caso, dejar de fumar. Estos cambios ayudarán a reducir el riesgo de un segundo infarto.

El apoyo emocional y psicológico es igualmente importante, ya que muchas personas experimentan ansiedad o depresión tras un infarto. Es crucial brindar un entorno de apoyo y fomentar la adaptación gradual a la nueva realidad, además de ofrecer ayuda profesional si es necesario.

La comunicación constante con el médico es vital para seguir los planes de tratamiento y monitoreo. También, es esencial observar cualquier cambio en el estado de salud para detectar signos de recaída, como fatiga extrema o dolor en el pecho.

Por último, no se debe olvidar la importancia de cuidar al cuidador y prevenir el agotamiento. Mantener una buena salud emocional y física es clave para garantizar el bienestar de ambos.

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