El edadismo en la sociedad actual es un gran problema. Además, uno de los factores más problemáticos del tema es que es un problema a menudo invisible. Esto hace que frecuentemente no le demos la suficiente importancia. Es fácil no darse cuenta de cuándo sucede, e incluso de en qué momentos podemos estarlo haciendo nosotros mismos sin percatarnos.
Que no haya mala intención, sin embargo, no significa que sus consecuencias sean más leves. De hecho, la sociedad en muchas ocasiones no se da cuenta de cómo la discriminación por edad puede afectar a las personas mayores.
Por supuesto, además, al no darnos cuenta el mayor problema es que tampoco le ponemos solución. Es por eso por lo que reflexionar sobre ello cada vez cobra más importancia.
Está afectando a nuestros mayores, a nuestro entorno y a nuestro día a día. También nos afectará a nosotros, por supuesto. Al fin y al cabo, todos vamos a llegar a esa etapa vital, y no nos gustaría ser tratados de forma diferente por ello.
Índice
¿Qué es el edadismo?
El edadismo es la discriminación por razón de edad. Es decir, se da cuando tratamos de forma diferente a una persona, no por sus circunstancias personales, sino por prejuicios o estereotipos que podemos tener consciente o inconscientemente debido al grupo de edad al que pertenece.
Los estereotipos más frecuentes a los que se enfrentan las personas mayores habitualmente están en la mente colectiva, es decir, en nuestra sociedad y nuestro día a día. “Bebemos” de ello constantemente sin darnos cuenta. Eso, por supuesto, no solo nos afecta a nosotros. También les afecta a ellos.
Es posible tener prejuicios de nosotros mismos sin darnos cuenta. Nos tratamos de forma distinta, injusta. Nos ponemos expectativas limitantes sin percatarnos. Esto hace que no podamos alcanzar nuestro potencial, que no hagamos todo lo que podemos, o queremos, hacer.
A lo mejor abandonamos actividades que solíamos hacer porque creemos que ya no somos capaces de continuarlas, en lugar de buscar alternativas. Puede que no nos atrevamos a hacer cosas nuevas, porque consideremos que no sabremos aprender a hacerlas correctamente.
Quizá tenemos ideas, intenciones, sueños, deseos, pensamientos… muchas cosas que nos definen pero que en cambio podemos incluso sentir vergüenza de reconocer en voz alta, por miedo a que otros nos juzguen o se sientan incómodos.
Toto esto hará que nos limitemos a nosotros mismos, a nuestras vidas y nuestros hábitos, pero también limitemos la clase de persona que podemos llegar a ser. por eso, ponerle remedio es vital.
El edadismo en la sociedad actual: efectos de la discriminación por edad
El edadismo, o la discriminación, puede afectar a las personas mayores más de lo que nos podemos dar cuenta. De hecho, puede llegar a afectar a su salud. Veamos algunos ejemplos de efectos que tiene en edadismo en las personas mayores:
- La discriminación por edad puede causar problemas anímicos y psicológicos como estrés o ansiedad. Condiciona la autopercepción y puede llegar incluso a causar aislamiento o empeorarlo.
- Esto a su vez hará que, ante cualquier problema, la red de apoyo con la que pueden contar también haya disminuido.
- La participación en la sociedad es a menudo más baja a consecuencia del edadismo, por lo que no participarán con la misma frecuencia de aquellas decisiones y cuestiones que afecten al entorno donde viven.
- También puede disminuir el acceso a recursos que pueden necesitar. Por ejemplo, pueden considerar que no serán capaces de hacerse con las nuevas tecnologías, con lo que aumentará la brecha digital. También pueden no acceder a los cuidados que necesiten para fomentar su bienestar, autoestima y autonomía. Lejos de ello, a menudo se les proporciona los cuidados que consideramos que necesitan, sin preocuparnos de los que pueden venirles bien o desear.
De esta forma, podemos caer en un “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” que lejos está de beneficiarles.
Formas más frecuentes de edadismo y cómo evitarlas
Siendo conscientes de cómo podemos caer en el problema es como mejor podemos trabajar para ponerle una solución. A menudo, es la falta de conciencia, y no la falta de voluntad, la que más puede perjudicarnos.
Puede que nuestra intención sea la mejor, pero cambiando y aprendiendo a percibir pequeños detalles, posibles problemas, podremos acercarnos más al tipo de sociedad que deseamos, y podemos, llegar a ser.
En este blog hablamos de cuáles son los estereotipos más frecuentes a los que se enfrentan las personas mayores habitualmente. Veamos sin embargo ahora formas en las que estos estereotipos pueden tomar forma en la sociedad actual y en el día a día:
- Infantilización y uso de un lenguaje infantil: la forma en la que percibimos las cosas da forma a las palabras que usamos y a nuestra forma de expresarnos. Por ejemplo, a menudo podemos usar diminutivos y lenguaje infantil para referirnos a una persona mayor. Esto es porque podemos estar asociando la edad adulta de una persona mayor con la infantil de un niño. No es raro, al fin y al cabo, oír que “son como niños”. Sin embargo, son adultos, con opiniones, experiencias, vivencias, deseos, decisiones por tomar, etc. Es importante ser consciente de ello y respetarles.
- Actitud paternalista: lo malo de tratar a un adulto como a un niño, es también que nosotros pasaremos a ser sus padres. De esa forma, a menudo tomaremos nosotros las decisiones por ellos. Desde la mejor de nuestras intenciones, nos plantearemos qué es lo que mejor les viene y lo que necesitan, sin preguntarles previamente si eso es lo que quieren. Preguntar, y respetar la respuesta que obtengamos, es la clave.
- Falta de empatía con sus dificultades: ante el cambio de etapa, y según envejezcamos, podemos ir encontrando dificultades que previamente no teníamos. Es importante entender que eso no significa que empeoremos, pero sí cambian nuestras dificultades y nuestros recursos: unos aumentarán, otros disminuirán. Pero esto no debe trasladarse a una disminución de las oportunidades a las que puedan acceder, ni a una deshumanización de la persona. Disminuir su autonomía o derecho a la privacidad, generalizar sin pensar en las alternativas a las que pueden acceder, o incluso descartarles de tratamientos médicos por razón de edad, etc. Todo esto, por desgracia, se ha visto especialmente patente durante la pandemia. Por ello, es el mejor momento para plantearnos un cambio.