El ejercicio físico adaptado a personas mayores con movilidad reducida es fundamental para mantener su salud y bienestar. Superar el desafío que supone la realización de ejercicio les puede mejorar significativamente su calidad de vida, manteniéndolos activos, independientes y con una actitud mental positiva.
Con las modificaciones adecuadas, el ejercicio puede ser no solo factible, sino también beneficioso. Desde ejercicios simples que se pueden realizar sentados, hasta rutinas que mejoran la flexibilidad y el equilibrio.
Índice
Realización de ejercicio físico con movilidad reducida: dificultades e importancia
La movilidad reducida es común en muchas personas mayores y puede estar causado por diversos factores como el envejecimiento natural, enfermedades como la artritis o el Parkinson, o la inactividad prolongada.
El impacto de la movilidad reducida en la puede incluir una pérdida de fuerza muscular, rigidez articular y problemas de equilibrio, lo que aumenta el riesgo de caídas.
A nivel psicológico también tiene consecuencias, desde aumentar el miedo a caídas o aumentar la falta de motivación, hasta preocupaciones por dificultades por falta de recursos para realizar el ejercicio. Todo ello puede derivar en sentimientos de frustración, aislamiento social, e incluso depresión, que afectan a la autoestima y al bienestar emocional y aumentan los sentimientos de dependencia.
Sin embargo, las consecuencias de la inactividad prolongada son varias. Incluyen la pérdida de masa muscular y la disminución de la flexibilidad. Esto incrementa los problemas articulares y provoca debilidad general. Además, la falta de movimiento contribuye al desarrollo de enfermedades como la osteoporosis y el deterioro cardiovascular, mientras que, psicológicamente, puede aumentar el riesgo de depresión y ansiedad.
Por eso, incluso pequeños movimientos diarios pueden marcar una diferencia significativa en la salud general, permitiendo a las personas mayores llevar una vida más independiente y con mejor calidad.
Estrategias para implementar el ejercicio físico adaptado a personas mayores con movilidad reducida
Evaluar las capacidades físicas de la persona mayor
Antes de implementar cualquier programa de ejercicio para una persona mayor con movilidad reducida, es fundamental realizar una evaluación adecuada de sus capacidades físicas. El primer paso es consultar con un profesional de salud, como un médico o fisioterapeuta, que pueda realizar un chequeo médico exhaustivo. Esta evaluación inicial es clave para descartar posibles riesgos asociados al ejercicio, como problemas cardíacos, lesiones no diagnosticadas o enfermedades crónicas que puedan agravarse con la actividad física. Un chequeo médico no solo garantiza la seguridad, sino que también proporciona una visión clara del estado de salud general de la persona.
Una vez que se tiene la aprobación médica, el siguiente paso es identificar qué tipos de ejercicios son seguros según la condición específica de la persona. Esto implica evaluar la movilidad y la fuerza física actual, determinando las áreas del cuerpo que requieren más atención o cuidado. El objetivo es seleccionar ejercicios que mejoren la movilidad sin causar dolor o esfuerzo excesivo.
Finalmente, es crucial establecer metas realistas que se ajusten a las capacidades individuales de la persona mayor. Las expectativas poco realistas pueden llevar a la frustración o a la desmotivación. Por ello, el ejercicio debe adaptarse progresivamente, comenzando con movimientos simples y aumentando la intensidad de manera gradual.
Elegir adecuadamente el tipo de ejercicio
Los ejercicios de bajo impacto son una excelente opción para fortalecer los músculos sin generar un esfuerzo excesivo en las articulaciones o aumentar el riesgo de lesiones. Actividades como el levantamiento de piernas o el uso de pesas ligeras ayudan a mejorar la fuerza muscular, especialmente en las piernas y brazos, lo cual es fundamental para mantener la independencia en las actividades cotidianas.
Otra opción fundamental son los ejercicios de estiramiento y flexibilidad, que tienen como objetivo mejorar la amplitud de movimiento sin forzar las articulaciones. Estos ejercicios ayudan a prevenir la rigidez, mejoran la postura y reducen el riesgo de caídas. Estiramientos suaves, como flexiones de cuello, brazos y piernas, se pueden incorporar de forma sencilla y sin necesidad de equipos especiales.
Para las personas con dificultades más severas, las actividades que se realizan sentadas o con soporte adicional, como sillas, son una alternativa segura y efectiva. Estas permiten trabajar áreas como los brazos, el torso y las piernas, manteniendo el equilibrio y minimizando el riesgo de caídas.
Motivar y adaptar la situación a la persona mayor
La motivación y el apoyo constante del entorno son. Supervisar las sesiones de ejercicio no solo brinda seguridad, sino que también ayuda a mantener a la persona mayor motivada y comprometida. Los cuidadores pueden acompañar a sus seres queridos, proporcionando ánimo y creando un ambiente positivo que haga del ejercicio una experiencia compartida y agradable. Celebrar los pequeños logros y adaptando los ejercicios al estado de ánimo del día, puede marcar una gran diferencia en la motivación de la persona mayor.
Es igualmente importante buscar ayudas que garanticen que el ejercicio se realice de manera segura. Los espacios deben estar libres de obstáculos que puedan provocar caídas o accidentes. Colocar barras de apoyo en las paredes o usar alfombrillas antideslizantes puede ayudar a mantener la estabilidad durante los ejercicios. También es recomendable tener a mano sillas ergonómicas o bancos que ofrezcan un soporte adecuado para los ejercicios sentados o cuando sea necesario hacer pausas.
Adaptar el ejercicio a las capacidades de la persona mayor
Adaptar el ejercicio a las capacidades de la persona mayor es esencial para asegurar que la actividad física sea segura y efectiva. Para aquellas personas con movilidad parcial, es posible realizar ejercicios de pie o con un leve apoyo. Estos ejercicios pueden incluir actividades como levantarse de una silla, apoyándose en una barra o el respaldo de una silla para mantener el equilibrio, o realizar levantamientos de talones y puntillas para fortalecer las piernas. Este tipo de ejercicios ayuda a mejorar la fuerza y la estabilidad, lo que es fundamental para reducir el riesgo de caídas.
Para las personas que utilizan sillas de ruedas, existen ejercicios que pueden realizarse desde la silla y que se enfocan en fortalecer el torso, los brazos y el cuello. Movimientos como flexiones de brazos, rotaciones de torso o estiramientos de cuello ayudan a mantener la fuerza y la flexibilidad en la parte superior del cuerpo, mejorando la postura y la movilidad funcional.
Por último, para las personas encamadas, se pueden realizar movimientos suaves con la asistencia del cuidador. Estos movimientos, como la elevación de las piernas o brazos de manera controlada, ayudan a evitar la rigidez muscular y a mantener cierta movilidad en las articulaciones. Incluso pequeños movimientos pueden mejorar la circulación y reducir el riesgo de complicaciones como las úlceras por presión.
Incorporar el ejercicio físico a la rutina diaria
Incorporar el ejercicio físico a la rutina diaria permitirá que este se incorpore al día a día para la persona mayor. Esto a su vez ayuda a que se mantenga en el tiempo y disminuye el riesgo de acabar abandonando la actividad.
Para ello, el reto consiste en cómo hacer del ejercicio una parte natural del día.
Integrar actividades físicas en tareas cotidianas puede incluir identificar los momentos del día más oportunos para ello, comenzar con rutinas más cortas o realizar ejercicios cómodos que se puedan hacer en casa o en espacios reducidos.