Cómo solucionar el rechazo a los cuidadores de las personas mayores
Cuando una persona ha sido diagnosticada con Alzheimer leve, la primera preocupación de las familias en que tengan alguien que les cuide. Una persona que les atienda en aquello que ellos ya no saben o no pueden hacer como antes. Sin embargo, en muchas ocasiones, se encuentran con que su padre o su madre rechaza a los cuidadores, les insulta, o les echa de su casa, pudiendo llegar incluso a la agresividad.
Este tipo de comportamiento tiene un origen, unas causas, y una serie de pautas para poder minimizarlo y corregir la actitud de ancianos y personas mayores hacia sus cuidadores.
Índice
Causas del rechazo a los cuidadores
Lo primero que se debe entender es que no es un problema de los cuidadores en sí. Este rechazo puede ocurrir independientemente de las características de la persona: da igual si es hombre, mujer, más mayor o más joven, etc.
¿Qué es lo que ocurre entonces para que se produzca ese rechazo a los cuidadores?
La persona mayor en fase de Alzheimer leve es consciente de sus dificultades y pérdidas, lo cual provoca miedo a perder su autonomía. Esto deriva en un rechazo ante el reconocimiento de una necesidad de ayuda diaria, en un intento de evitar la dependencia por otra persona. Con ello, intentan preservar su autonomía y su espacio personal.
Al fin y al cabo, ¿cuántas veces se ha oído eso de “las personas mayores son como bebés”? eso genera en ellos un sentimiento de impotencia, ya que sienten que les tratan de anular, no los escuchan ni hacen caso.
Pautas para afrontar o prevenir el rechazo a los cuidadores
En primer lugar, es imprescindible que la persona mayor sienta que tiene poder de decisión en lo que está ocurriendo, y que lo que tenga que decir va a ser escuchado.
No imponer los cuidados
Se debe evitar cometer el error de imponer los cuidados, o de explicar que necesitan que les cuiden, porque ya no son capaces.
En lugar de eso, podemos explicar que necesitan ayuda en casa, de tal forma que les quede más tiempo para hacer otras cosas. Sería positivo reconocerles que después de toda una vida trabajando, merecen ayuda y descanso.
Comprensión y empatía
Debemos mostrar comprensión y empatía ante su confusión y sus miedos. Nuestra comunicación ha de ser clara, sencilla y directa en todo momento, manteniendo siempre la mayor tranquilidad posible.
Mantener la autonomía de decisión en su vida
Respetar el poder de decisión que conserven y escuchar su opinión siempre será positivo. Es importante que siempre que se pueda la propia persona mayor tenga voz y voto sobre los cuidadores: si se sienten cómodos o no con ellos, cómo les gustaría que fuesen, qué preferirían que no hiciesen, etc.
Cómo actuar ante estos episodios de rechazo
Los cuidadores que se encuentren con una persona mayor que rechace los cuidados deben conocer el curso de la enfermedad: qué síntomas presenta, qué es esperable que ocurra, etc.
Por nada del mundo se debe caer en el error de ser conscientes únicamente de aquellas capacidades que ya no conservan. Comprender sus potencialidades y saber las cosas que aun son capaces de hacer, requieran o no de cierta ayuda para hacerlas, puede marcar la diferencia. Incluso en aquellas cosas que ya no puedan hacer, es posible encontrar determinadas tareas puntuales en las que, aunque haya que repasarlas después, puedan colaborar.
Con ello, se cuida y refuerza la autoestima y la independencia de la persona mayor, lo cual puede derivar en un menor rechazo hacia los cuidadores.
Conocer a la persona y su rechazo
También sería positivo saber cómo es la persona en cuestión, y cómo prefiere ser tratada: hay personas que prefieren que los cuidadores sean cercanos y cariñosos, pero otros prefieren a los cuidadores que sean respetuosos y permitan mayor espacio. Respetar el espacio personal de cada uno es vital.
Conocer también sus hábitos y rutinas es importante, ya que será necesario respetarlos. No podemos pretender “entrar como un elefante en una cacharrería” y cambiar todo a nuestro paso. Para ello una medida adecuada también es la incorporación gradual de los cuidadores. No podemos pasar “de cero a cien” de un día para otro.
Una vez hecho todo ello, solo nos queda trabajar en la confianza de la persona mayor sobre los cuidadores, tener paciencia y respetar los tiempos de cada uno. Es mejor en un inicio no hacer todo aquello que consideremos necesario, en pro de favorecer que ambas personas se conozcan y comprendan mejor y confíen la una en la otra.