Cuando una persona mayor tiene alguna clase de demencia, o deterioro, comienza a tener desorientación a varios niveles. Para enfrentarse a esta situación es necesario conocer qué significa esta patología y cómo actuar para prevenir estos episodios y ayudar a una persona mayor que los padezca. ¿Qué es la desorientación?, ¿cómo actuar?, ¿de qué manera se manifiesta?

Respondemos a estas y otras preguntas de vital importancia para ayudar en todo lo posible a personas de la tercera edad con pérdida de orientación.

Tipos de orientación en las personas

Decimos que la orientación puede ser de tres tipos:  espacial, temporal y personal. Cada una de ellas actúa en un campo diferentes.

  • La orientación espacial es aquella que les permite a las personas mayores ser conscientes de su entorno: el lugar donde están, dónde viven, a dónde van, etc.
  • La orientación temporal permite a las personas mayores manejar la información y situarla en un momento concreto: qué día es, el mes, año, estación, etc. También les permite entender cuál es el momento apropiado para cada cosa.
  • La orientación personal permite a las personas mayores conectarse consigo mismos, integrando toda la información personal: el nombre propio, edad, lugar de nacimiento, nombre de los familiares, gustos, etc.

¿Cómo se manifiesta habitualmente la desorientación en las personas mayores?

La desorientación está entre los primeros síntomas de Alzheimer. Si bien no es una regla universal, habitualmente lo primero en verse afectado es la orientación temporal, seguida de la espacial y, por último, la personal.

Naturalmente, cuanto mayor se vea afectada la memoria, peor será la orientación. Si las personas mayores están comenzando a ver dificultades a la hora de registrar información nueva o acceder a la previamente almacenada, les costará recordar el día que es, el nombre de sus hijos y otro tipo de cuestiones cotidianas de memoria.

En un inicio, ocurren fallos más o menos normales. Se pueden llegar a notar fallos de juicio en las personas mayores, tales como estimaciones erróneas del tiempo que les puede llevar realizar una actividad, o inferencias equivocadas del tiempo que ha pasado.

Progresivamente se irán convirtiendo en pérdidas de memoria puntuales que irán siendo cada vez mayores. La memoria disminuirá hasta finalmente convertirse en un problema más grande, como puede ser el de no llegar a reconocer a sus hijos.

Cuanto más avanzado está el deterioro, mayor es la desorientación, y con ello, también se ven afectados emocionalmente los más allegados.

¿Qué hacer ante la pérdida de orientación?: Terapia de Orientación a la Realidad

La Terapia de Orientación a la Realidad es una terapia no farmacológica que permite crear un vínculo entre las personas mayores y su propia realidad. Mediante la misma, mejora su control y autoestima, así como su comprensión de aquello que les rodea.

Para realizar una Terapia de Orientación a la Realidad con las personas mayores es necesario tener en cuenta las tres áreas arriba mencionadas, y usar todo aquello que les rodea, integrando esta terapia en el día a día.

Presentamos a continuación diferentes ideas y estrategias:

  • Facilitar que las personas sean conscientes de la manera más sencilla posible del día y lugar en el que se encuentran es siempre una buena idea. Para ello, se pueden colocar relojes y calendarios a la vista. Cuanto más sencillos y claros sean, mejor.
  • La repetición es también siempre una buena estrategia para ayudar a las personas mayores. Si además les involucramos en el proceso, mejor. Se pueden realizar carteles o dibujos con información del día: qué día es hoy, qué tiempo hace, la estación en la que se encuentran, etc., y ponerlos a la vista.
  • Comentar o ver las noticias es también positivo. Acciones como ver el telediario, leer la prensa, y otros medios de comunicación diaria. Que sean conscientes de lo que acontece en la actualidad y puedan expresarse al respecto.
  • Comentar y trabajar con ellos la información más relevante como dónde se encuentran. Comunicarse y dialogar sobre un lugar, el pueblo, la ciudad, el país, etc.
  • Trabajar la reminiscencia mediante información personal: nombre, edad, fecha de nacimiento, nombre de sus familiares más cercanos, profesión, etc.
  • Ejercicios de estimulación cognitiva para relacionar diferentes aspectos entre sí. Fomentar actividades como relacionar objetos con el lugar en el que se suelen encontrar, dibujar árboles genealógicos para que recuerde su familia, identificar objetos y relacionarlos con su uso más frecuente, identificar objetos mediante el tacto, etc.
  • Facilitar rutinas estables. Que todos los días realice las mismas actividades facilita que pueda recordar “qué toca ahora”.
  • Usar los nombres: identificar el propio y dirigirse a las personas mayores por su nombre en todo momento.
  • Celebrar los cumpleaños es una manera fácil y divertida para que recuerde en qué fecha está, fechas de nacimiento, etc.

Realizar álbumes de fotos e incluir en los mismos información como nombres, parentesco, etc.

La aparición de diversas enfermedades en las personas mayores impide que puedan mantenerse activas en el desarrollo de las actividades de la vida cotidiana. Varias de esas enfermedades, como la obesidad, el colesterol, el déficit de vitaminas o minerales, etc., son causadas por una inadecuada alimentación. Por desgracia, la desnutrición en personas mayores no es tan poco común como nos gustaría. Es necesario conocer los síntomas, causas de esta problemática y, sobre todo, cómo cuidar la alimentación en personas mayores.

Causas de desnutrición en personas mayores

Son muchas, y muy diversas, las posibles causas por las que una persona en la tercera edad no coma y se alimente de los nutrientes necesarios para el día a día. Hay que valorar, con el consiguiente equipo médico, cómo solucionar estos problemas e inconvenientes que impiden una buena alimentación. Entre los factores y causas más recurrentes se encuentran las siguientes.

Dieta monótona

En primer lugar, se deben tener en cuenta todas las dietas monótonas y pobres que a menudo encontramos en instituciones como hospitales y residencias. Una situación que puede trasladarse perfectamente al hogar, si no se lleva un control o se descuida este aspecto.

Pérdida de apetito

También debemos comprender y conocer la falta de apetito que tienen las personas mayores, que llegan a la sensación de saciedad de manera más temprana. Además, la inactividad también provoca esa pérdida de ganas de comer.

Disfagia

La disfagia (dificultad o imposibilidad para tragar) condiciona también la selección de aquellos alimentos que pueda digerir adecuadamente la persona mayor. Así como las formas de presentación de los alimentos, habiendo muchos ancianos que tienen problemas para deglutir los mismos.

Problemas físicos para comer

A esto hay que sumarle los posibles problemas físicos que podemos encontrar, como dolor de muelas o de boca o problemas de gusto u olfato.

Otros problemas físicos son las alteraciones en la función digestiva que pueden provocar disminución del apetito. Las personas mayores, ante esto, disminuyen la cantidad de comida o bebida ingeridas o toman alimentos con menor aporte calórico.

Problemas personales y enfermedades

A esta mala alimentación en mayores, también influyen las creencias que cada persona tiene acerca de lo que resulta saludable. A la menor ingesta de productos calóricos también pueden influir otros aspectos como la viudedad, la soledad, la capacidad económica, etc.

Factores como el precio de la comida o la composición saludable de la misma son también claves para determinar una adecuada alimentación y un nivel nutricional óptimo en las personas mayores.

La demencia es también otro factor influyente, ya que en muchas ocasiones cursa con problemas como la negación a comer, o el rechazo a determinados alimentos, lo cual dificulta el establecimiento de un menú adecuado.

Actuaciones para facilitar una adecuada nutrición y alimentación en personas mayores

Es importante tener en cuenta todos aquellos factores mencionados para preparar menús con alta densidad energética, adaptados a problemas de masticación o deglución, que pueden favorecer el desarrollo de problemas o enfermedades como la anorexia. Algunas de las acciones que se pueden realizar para favorecer una buena ingesta de comida destacan.

Emplatado y preparación

Entre las medidas adecuadas podemos encontrar la preparación de la comida de forma que resulte apetitosa a la vista, ya que esto ejerce una gran influencia sobre si a la persona le podrá apetecer tomar el alimento o la cantidad que ingiera.

Poder de decisión y autonomía

También podemos fomentar la autonomía de las personas mayores a la hora de comer, favoreciendo que pueda elegir el menú, aunque sea necesario establecer para ello un par de opciones, alternativa que se ha demostrado útil en casos de demencia.

Para favorecer la autonomía también es útil el uso de cubiertos adecuados, aspecto que es de utilidad cuando existe algún problema físico que dificulte la alimentación. Para otros problemas físicos como disfagia se debe adaptar la textura de la comida, de tal manera que no suponga riesgo de atragantamiento, etc.

Fomentar interés por la comida

Además de lo ya mencionado, no podemos olvidar que hay más factores que influyen a la hora de adaptar la alimentación a la persona (y no la persona a la alimentación, lo cual derivará en una nutrición insuficiente y una probable negativa del adulto mayor a tomarla).

Para ello hay que generar un mayor interés de las personas mayores hacia la comida, pudiendo explicarle los beneficios y potencialidades de una adecuada nutrición, haciéndola divertida, etc.

Con ello, se podrá generar una actitud más activa hacia el cambio de aquellas conductas alimentarias que se necesiten modificar. Se favorecerá una mayor aceptación de hábitos alimenticios que se propongan de forma estable a lo largo de su vida (y no de manera puntual).

Disfrutar con la comida

Uno de los aspectos más importantes es asegurarse que la persona mayor disfrute comiendo, ya que uno de los factores claves del cambio hacia una adecuada nutrición es la motivación.

Para todo ello, hay varios aspectos a valorar y que se pueden trabajar:

  • Hábitos alimenticios previos que la propia persona tuviera de antemano. Debemos, en la medida de lo posible, no cambiar aquellas costumbres alimenticias sin una justificación médica lo suficientemente importante.
  • Estado cognitivo y emocional de las personas mayores en cuestión. Ya sea porque existan dificultades a la hora de comer que haya que tener en cuenta, porque debamos presentar la comida de una forma más estimulante, etc.
  • Capacidad e interés social de las personas mayores. Comer es un acto social, y a menudo las personas que comen solas tienen hábitos alimenticios menos saludables.
  • El nivel de actividad física. Si este es mayor, mejorará la evacuación y aumentará el apetito. Si aumenta el sedentarismo, la necesidad calórica de aportes del organismo disminuirá, por lo que se comerá menos progresivamente.
  • Control de peso. La falta de actividad en los mayores u otros problemas de salud pueden ocasionar sobrepeso en las personas mayores. En caso de necesitar disminuir el peso, es necesario hacerlo de manera adecuada y progresiva. No es tan importante comer menos como tomar alimentos más saludables y hacer ejercicio.

Con todo ello en cuenta, podremos mejorar la alimentación, ánimo y estado de salud de nuestros mayores.

Elegir una cama articulada es una decisión muy importante. Hay que tener en cuenta que se trata de un elemento imprescindible para el descanso y muchas personas pasan en ellas casi un tercio del día. En personas mayores o con movilidad reducida, la utilización de camas articuladas les facilita algunas acciones como levantarse y, además, reduce la probabilidad de sufrir úlceras por pasar demasiado tiempo sin moverse.

Llegado este momento, muchas personas se pregunta cómo usar, qué cama articulada elegir, o cómo montarla en una habitación. Para todo este tipo de preguntas hemos elaborado este artículo, para que sirva de hoja de ruta.

Consejos para elegir una cama articulada

Como hemos comentado, elegir una cama articulada puede ser algo complicado, por lo que te daremos una serie de consejos para facilitarte esta tarea.

  • Siempre tienen que estar adaptadas a las necesidades de la persona que va a emplearla. Si va a pasar mucho tiempo en ella o es una persona mayor, es mejor elegir camas articuladas de hospital.
  • Prioriza una cama articulada eléctrica, puesto que el propio usuario podrá moverla y adaptarla a la posición que necesita.
  • Busca camas articuladas con elevador eléctrico. Esto te permitirá modificar la altura de la cama para facilitar el cuidado de la persona que se encuentra en la misma.
  • Cuantos más planos tenga una cama articulada más adaptable será. La mayoría de modelos tienen 4 o 5 planos.

Cómo elegir una cama articulada

La elección de una cama articulada no se limita únicamente a estos consejos, sino que también hay otros aspectos que se deben tener en cuenta cuando se va a emplear una cama articulada.

Te ayudamos a elegir las mejores camas articuladas

Colchón

Con las camas articuladas no puedes emplear un colchón de muelles, puesto que son rígidos y no se adaptan a los cambios de posición. Por lo que se suelen emplear colchones de espuma, látex, viscoelásticos e incluso de aire.

Medidas de la cama articulada

La mayoría de camas articuladas para mayores tienen unas medidas de 90×190, aunque existen ciertas marcas que fabrican modelos dobles. Así mismo, el peso máximo que pueden soportar es 140kg, por lo que si superas ese peso tendrás que utilizar una cama XXL.

Ruedas

Existen camas articuladas con ruedas y sin ruedas. En caso de que vayas a moverla para instalarla en otras habitaciones, te aconsejamos elegir modelos con ruedas para que te sea más fácil.

Accesorios

Si lo necesitas, tienes a tu disposición diferentes elementos como barandillas para evitar que se produzca alguna caída o reposacabezas para hacer que la cama sea mucho más cómoda.

Cómo montar una cama articulada

Las camas articuladas se envían desmontadas para que puedas colocarlas en la habitación que necesites. El montaje es muy sencillo y únicamente tienes que seguir el manual para hacerlo. Para que la tarea te resulte más fácil, a continuación, te explicamos los pasos que debes de seguir.

Lo primero que tienes que hacer es instalar el somier sobre las cuatro patas de la estructura, habiendo dejado dos de ellas apretadas y dos sueltas. Una vez que coloques el somier tendrás que ajustar las cogidas a las medidas del somier y atornillarlo. Después de haber hecho esto, enciende el motor y comprueba que la cama articulada se dobla correctamente.

Por último, en caso de que vaya a emplear una barandilla o reposapiés, atorníllalos en los laterales y en la zona posterior de la cama.

Esperamos que estos consejos te hayan sido de utilidad y puedas tanto elegir como montar una cama articulada mucho más fácilmente.

La tensión es uno parámetro indicativo de vital importancia para evaluar el estado de salud de una persona y detectar posibles enfermedades con mayor rapidez. Aunque los valores normales de la tensión son siempre los mismos, independientemente de la edad, la tensión tiende a ser cada vez más alta con el paso del tiempo. Por eso, es importante controlar la tensión arterial en personas mayores y así detectar en el menor tiempo posible problemas de salud que puedan estar desarrollándose.

Siempre se ha dicho que pasear es uno de los mejores ejercicios que puede hacer una persona en edad avanzada. Lo cierto es que esta afirmación es 100% correcta. Esta actividad supone un extra de motivación y de rutina sana para todas las personas de la tercera edad. Todas y cada una de ellas obtienen algo positivo de caminar y pasear cuando son mayores.

Es por eso, que desde aquí queremos fomentar esta práctica a todas las edades, y más aún para los mayores de 65 años. Para apoyarnos en la necesidad de pasear para las personas mayores, vamos a adentrarnos en algunas de las más destacadas ventajas y beneficios de este ejercicio de baja intensidad tan satisfactorio.

Paseos de personas mayores

¿Cuándo pasear? Cualquier momento es bueno e idóneo para comenzar. Más si cabe para personas englobadas dentro de la población envejecida, y que necesita de una actividad física regular para mantenerse en mejor forma.

¿Todo el mundo puede pasear? Aquí no hay excusas para salir a pasear. Desde personas mayores que mantienen por completo su autonomía, hasta casos particulares que requieran de ayuda por temas de movilidad, por ir en sillas de ruedas, por falta de fuerza muscular, o por peligro de que puedan desorientarse. Para este tipo de personas, pueden mantener una rutina de paseos, pero siempre y cuando vayan acompañados de un familiar o cuidador de mayores a su cargo.

Por qué caminar es tan sano para los mayores

Pasear a estas alturas de la vida es clave para el envejecimiento activo. Esto es, una actividad física recomendada tanto por médicos especialistas, así como fisioterapeutas. Dos vertientes principales constituyen la recomendación de andar y caminar para personas mayores: la salud física y mental.

Dos aspectos vitales para el día a día de cualquier persona en edad avanzada para tomar la vida con fuerza.

Puesto a que lo más habitual es que, llegados a una edad se suela perder ese hábito de salir a la calle. Es conveniente recuperarlo y ayudar a los mayores para que salgan de su domicilio y concilien una vida normal con estancia tanto en la calle, como en casa.

Beneficios de pasear a cualquier edad

Ahora bien, ¿cuáles son las ventajas de estos paseos? Pasear es en sí un ejercicio físico, también es un gran aporte de oxígeno y liberación de cualquier persona, sin importar la edad. Entre los beneficios más relevantes asociados a esta práctica caben destacar los siguientes que mencionamos:

Activación del cuerpo y físico

Tanto como antídoto al sedentarismo, así como para la activación de los músculos del cuerpo, los paseos son vitales. Siempre teniendo en cuenta la intensidad de los paseos, se puede reducir o aumentar el ritmo. Pero todo lo que sea fomentar al movimiento va a ser muy beneficioso para evitar que el cuerpo se acostumbre a no hacer nada, y por ende, la aparición de dolores o entumecimientos de la edad.

No solo la activación del cuerpo es recomendada, sino que esto también implica una activación total, motivación y ganas de sentirse vivo y útil.

Refuerzo sistema inmunológico

Esta exposición al aire libre y espacios abiertos permite fortalecer tanto músculos, como el propio sistema inmunológico de cualquier persona. Una recompensa diaria que no puede faltar.

Vitamina D

El sol ofrece propiedades necesarias al cuerpo, de la que incluso adolecen algunos alimentos. En especial la Vitamina D, o vitamina de la luz del sol, tan importante para el cuerpo y que tiene en el contacto con el sol su máximo exponente.

Liberación de estrés

Otro de los aspectos positivos de esta actividad es que consigue evadir a cualquier persona que está todo el día en casa. Tanto la vitamina de los rayos del sol, como la sensación del aire, son elementos imprescindibles para la reducción del estrés, episodios de ansiedad o depresión.

Socialización

Otra de las grandes ventajas de proveer de estos paseos a personas mayores, es la permisibilidad para que puedan conocer o juntarse con amigos, conocidos y familiares. Algo idóneo para mantener las relaciones y no estar pensando únicamente en uno mismo.

Paseos acompañados

Es conveniente valorar el estado de salud física y mental de cualquier persona de la tercera edad. Para las personas que se encuentren en una situación de Alzheimer avanzada o sufra periodos de desorientación, es estrictamente necesario dar estos paseos acompañados, para evitar cualquier incidente, así igualmente, para personas mayores con reducción de movilidad, o uso de andadores y sillas de ruedas.

Cuando uno comienza a envejecer es cierto que deja de ser capaz de hacer algunas acciones. Esta situación se magnifica en caso de sufrir alguna enfermedad degenerativa o crónica que afecte a nivel cognitivo o genere incapacidad o dolor físico. Pero hay otras muchas cosas que sí se siguen pudiendo hacer y enseñar. Como dice el refrán, la experiencia hace a la persona maestra. Y de esta forma lo más recomendable es fomentar la autonomía de una persona mayor.

Durante mi experiencia personal y profesional como psicóloga profesional de este campo he vivido y observado lo difícil que puede resultar dejar que la persona mayor haga todo aquello que puede hacer en vez de hacérselo nosotros. Pero, ¿por qué nos resulta esto tan complicado?

Cómo fomentar la autonomía y por qué

Imaginemos la siguiente situación: somos la cuidadora principal y estamos preparando la comida. La persona de 85 años a la que cuidamos está en el salón viendo la televisión. Por un momento nos planteamos la duda de si avisarla para que venga y pueda participar o hacerlo a nuestra manera, más rápido. Y ya cuando esté todo listo llamarla para que venga a comer. Sabemos que muy probablemente con su participación el proceso se alargue, tengamos que intervenir porque se olvide de lo que ha puesto y la cena se enfríe.

Bien, aquí tenemos un momento crítico donde debemos recordar que el objetivo no es ser eficiente, es fomentar la autonomía de la persona a la que se cuida. Por tanto, adaptando a las capacidades actuales de la persona lo mejor sería avisarla para que pueda participar pelando una patata o simplemente poniendo parte de la mesa.

Ventajas de hacer partícipe a la persona mayor en una tarea cotidiana

La movilidad es un ámbito que siempre es conveniente potenciar para mejorar y activar la autonomía de un mayor. Y estos ejercicios cotidianos del día a día son una actividad aconsejable.

Por una parte, la persona mayor se moverá del sofá por lo cual hará ejercicio, su mente se activará, ya que habrá que pensar qué cubertería hay que poner según la comida, podrá hacerlo a su manera, demostrándose que es capaz. Esto subirá su autoestima y tendrá muchos otros efectos positivos que no tendremos en caso de que hagamos todo nosotros y ya solo contemos con ella para el acto concreto de comer.

Esto se puede adaptar en caso de que la persona no pueda caminar haciendo el ejercicio mental de qué haría falta y cómo hacer las recetas. O dando indicaciones concretas a personas con deterioro cognitivo para que ejerciten su mente y se sientan también parte de su entorno. Esto se puede aplicar a abrocharse una camisa, asearse la cara o elegir la ropa de ese día.

Cómo mejorar la autonomía de ancianos

Cuando en esta situación nos resulta complicado contar con la otra persona podemos reflexionar para ver posibles causas y poner soluciones que mejoren la situación. Podemos encontrar varias de estas causas, aunque cada persona tiene las suyas, algunas de ellas podrían ser: tener prisa, estar cansado, falta de paciencia, no querer aceptar que la persona mayor tiene más limitaciones que antes o tratar de evitar que la persona mayor se canse o se frustre al no verse igual de capaz de lo que era antes. Esto es un error ya que cuanto más haga hoy yo por esa persona mientras ella misma pueda hacerlo, menos podrá hacer por sí misma mañana. Con esta actitud se está restando autonomía y sumando dependencia.

¿Qué hacer para elegir la opción de un mejor cuidado?

Primero se debe averiguar qué se siente y qué pensamientos alimentan dicha emoción. Una vez se haya averiguado, lo siguiente es observar y escuchar al otro. Es decir, ¿qué estoy generando con esas acciones a la persona mayor? En algunos casos habrá indiferencia por parte de la otra persona, pero en la mayoría de los casos aparecerán episodios de frustración, enfado o tristeza generados por esa falta de posibilidad y de sensación de incapacidad ante tareas que pueden hacer.

La indefensión aprendida

Hay un fenómeno psicológico que se llama la indefensión aprendida. Es algo que nos ocurre a todas las personas. Se trata de que cuando se inteta varias veces hacer algo y no se puede, simplemente se asume que no hay capacidad para hacerlo, aunque la situación sea en un entorno diferente con recursos nuevos que si permitirían poder realizarlo.

Cuando esto ocurre con tareas como enjabonarse el cuerpo, vestirse, peinarse, pelar y cortar una verdura, decidir qué comer, cocinar o ir a comprar, se deja de sentir esa capacidad y la autoestima cae en picado, llegando a ser más dependientes de lo que se podría ser.

Cuidadores y personas mayores con poca autonomía

Al cuidar a una persona mayor es importante observar, ser consciente de las limitaciones y capacidades, las actuales y las potenciales. Hay que poner recursos al servicio de la autonomía, apoyar para que la persona lo pueda lograr, pero nunca excluirla de la posibilidad de lograr algo o de tomar decisiones.

Cuando ya se ha dado el paso de lograr incluir a la persona en las actividades, puede que la persona logre hacerlas o no. En caso de que sí la realice, se puede premiar su esfuerzo por medio de un refuerzo positivo como un halago, una palabra o gesto de cariño o un pequeño premio.

En caso de no lograrlo, no hay que recriminarle o desafiar a la persona asumiendo que en realidad sí podría hacerlo, simplemente se observa qué ha podido ocurrir y se consideran junto a ella posibles alternativas adaptadas a la situación.

Se trata de encontrar un equilibrio entre ayudar y acompañar. Hay que trabajar a nivel personal diariamente para recordar que el objetivo no es ser eficiente, sino fomentar la autonomía de una persona mayor. Se trata de intervenir de forma activa solo cuando la persona no pueda hacer o decidir algo por sí misma o te pida ayuda.

Aquí podemos utilizar la comunicación, ya que es una de las herramientas más potentes de las relaciones entre personas. Hablar es una de las principales maneras de entender a los demás y poder explicarles tanto emociones como pensamientos.

 

Beatriz Carmena: Psicóloga.

Uno de los miedos dentro del segmento de personas de la tercera edad son las enfermedades. Al tratarse de un grupo de riesgo están más expuestos a cierto tipo de enfermedades, que además las sufren de sobremanera. Una enfermedad común en ancianos y personas de edad avanzada es la neumonía. ¿Cómo detectar la neumonía en personas mayores? ¿Qué síntomas tiene? ¿cómo prevenirla?

La neumonía dentro de este sector de la población puede ser en muchos casos letal, por eso conviene conocer esta enfermedad y su repercusión. Es necesario estar atento a los síntomas y ante cualquier duda acudir a un especialista para que determine la gravedad de la enfermedad. Así como si realmente se trata de un episodio de neumonía o la afección corresponde a otro tipo de patología.

Qué es la neumonía

La neumonía, como patología, es una enfermedad que afecta al aparato respiratorio, más concretamente a los pulmones. El alcance y la profundidad de la neumonía en una persona mayor dependerá de si se ha tratado a tiempo, así como si existen factores de riesgo que puedan agravar la enfermedad.

Es una enfermedad que afecta, sobre todo, a los ancianos. Unos pacientes mucho más vulnerables a patologías pulmonares y respiratorias.

¿Es contagiosa la neumonía? Hay que dejar claro que no se trata de una enfermedad contagiosa. No obstante, las variantes virales sí que pueden transmitirse, aunque no suele ser lo más habitual.

¿Necesitas cuidados para una persona mayor?

Síntomas de la neumonía en ancianos

¿Cómo saber si un anciano puede estar sufriendo una neumonía? Esta enfermedad ofrece unos síntomas habituales y concretos. Pero hay que tener en cuenta que no todos los síntomas se van a ver reflejados en una persona que esté en un proceso de neumonía. Aunque sí hay una tendencia de afecciones populares y comunes asociados a esta patología.

En un primer episodio, algunos de los síntomas principales que se suelen reproducir coinciden con el siguiente listado:

  • Tos incipiente. Una tos que puede incluir mucosidad o sangre en algunos casos.
  • Fatiga, cansancio muscular y debilidad
  • Mareos
  • Fiebre
  • Dificultad para respirar y dolor en el pecho

Si la enfermedad avanza, pueden derivar en síntomas más graves, aparte de los mencionados anteriormente,

  • Insuficiencia respiratoria fuerte
  • Dolores de cabeza y fiebre alta
  • Desorientación y malestar general
  • Acumulación de líquidos en los pulmones
  • Taquicardias

Causas de la neumonía en personas mayores

Esta enfermedad aparece como consecuencia de una infección en los pulmones. Una bacteria o virus que se introduce vía respiratoria y que deriva en los síntomas antes mencionados. Si bien es cierto que existen factores previos que inciden en la propagación de esta enfermedad, por una disminución en las defensas del cuerpo están relacionadas con patologías como las siguientes.

  • Enfermedades crónicas
  • Consumo de tabaco
  • Mala alimentación
  • Falta de higiene
  • Nivel inmunitario bajo

Cómo prevenir la neumonía en personas de la tercera edad

Se recomienda tomar ciertas medidas, más aún en las personas mayores, para evitar llegar a estas condiciones. Hay metodologías y hábitos que ayudan a prevenir contraer enfermedades como la neumonía y que siempre se aconseja realizarlo en la medida que se pueda. Esta serie de medidas son de gran ayuda, no solo para la neumonía, sino para evitar contraer otras enfermedades. Es necesario contar con la ayuda de cuidadores de mayores o familiares que puedan dar un soporte a estas personas.

Una de las recomendaciones principales para evitar que personas mayores contraigan neumonía es vacunarse. La gripe es un epicentro de aparición de episodios de neumonía, por lo que la vacunación de la gripe es un paso determinante para evitar esta patología. Al igual que la vacunación especial sobre una serie de bacterias particulares causantes de la aparición de la neumonía.

Otro de los apartados importantes es conservar una buena salud pulmonar. Esto se refiere a acabar con hábitos como fumar, consumir alcohol, o no cuidar la higiene bucal. Estas malas rutinas son un germen de aparición de neumonía a cualquier edad.

Cuando una persona ha sido diagnosticada con Alzheimer leve, la primera preocupación de las familias en que tengan alguien que les cuide. Una persona que les atienda en aquello que ellos ya no saben o no pueden hacer como antes. Sin embargo, en muchas ocasiones, se encuentran con que su padre o su madre rechaza a los cuidadores, les insulta, o les echa de su casa, pudiendo llegar incluso a la agresividad.

Este tipo de comportamiento tiene un origen, unas causas, y una serie de pautas para poder minimizarlo y corregir la actitud de ancianos y personas mayores hacia sus cuidadores.

Causas del rechazo a los cuidadores

Lo primero que se debe entender es que no es un problema de los cuidadores en sí. Este rechazo puede ocurrir independientemente de las características de la persona: da igual si es hombre, mujer, más mayor o más joven, etc.

¿Qué es lo que ocurre entonces para que se produzca ese rechazo a los cuidadores?

La persona mayor en fase de Alzheimer leve es consciente de sus dificultades y pérdidas, lo cual provoca miedo a perder su autonomía. Esto deriva en un rechazo ante el reconocimiento de una necesidad de ayuda diaria, en un intento de evitar la dependencia por otra persona. Con ello, intentan preservar su autonomía y su espacio personal.

Al fin y al cabo, ¿cuántas veces se ha oído eso de “las personas mayores son como bebés”? eso genera en ellos un sentimiento de impotencia, ya que sienten que les tratan de anular, no los escuchan ni hacen caso.

Pautas para afrontar o prevenir el rechazo a los cuidadores

En primer lugar, es imprescindible que la persona mayor sienta que tiene poder de decisión en lo que está ocurriendo, y que lo que tenga que decir va a ser escuchado.

No imponer los cuidados

Se debe evitar cometer el error de imponer los cuidados, o de explicar que necesitan que les cuiden, porque ya no son capaces.

En lugar de eso, podemos explicar que necesitan ayuda en casa, de tal forma que les quede más tiempo para hacer otras cosas. Sería positivo reconocerles que después de toda una vida trabajando, merecen ayuda y descanso.

Comprensión y empatía

Debemos mostrar comprensión y empatía ante su confusión y sus miedos. Nuestra comunicación ha de ser clara, sencilla y directa en todo momento, manteniendo siempre la mayor tranquilidad posible.

Mantener la autonomía de decisión en su vida

Respetar el poder de decisión que conserven y escuchar su opinión siempre será positivo. Es importante que siempre que se pueda la propia persona mayor tenga voz y voto sobre los cuidadores: si se sienten cómodos o no con ellos, cómo les gustaría que fuesen, qué preferirían que no hiciesen, etc.

Cómo actuar ante estos episodios de rechazo

Los cuidadores que se encuentren con una persona mayor que rechace los cuidados deben conocer el curso de la enfermedad: qué síntomas presenta, qué es esperable que ocurra, etc.

Por nada del mundo se debe caer en el error de ser conscientes únicamente de aquellas capacidades que ya no conservan. Comprender sus potencialidades y saber las cosas que aun son capaces de hacer, requieran o no de cierta ayuda para hacerlas, puede marcar la diferencia. Incluso en aquellas cosas que ya no puedan hacer, es posible encontrar determinadas tareas puntuales en las que, aunque haya que repasarlas después, puedan colaborar.

Con ello, se cuida y refuerza la autoestima y la independencia de la persona mayor, lo cual puede derivar en un menor rechazo hacia los cuidadores.

Conocer a la persona y su rechazo

También sería positivo saber cómo es la persona en cuestión, y cómo prefiere ser tratada: hay personas que prefieren que los cuidadores sean cercanos y cariñosos, pero otros prefieren a los cuidadores que sean respetuosos y permitan mayor espacio. Respetar el espacio personal de cada uno es vital.

Conocer también sus hábitos y rutinas es importante, ya que será necesario respetarlos. No podemos pretender “entrar como un elefante en una cacharrería” y cambiar todo a nuestro paso. Para ello una medida adecuada también es la incorporación gradual de los cuidadores. No podemos pasar “de cero a cien” de un día para otro.

Una vez hecho todo ello, solo nos queda trabajar en la confianza de la persona mayor sobre los cuidadores, tener paciencia y respetar los tiempos de cada uno. Es mejor en un inicio no hacer todo aquello que consideremos necesario, en pro de favorecer que ambas personas se conozcan y comprendan mejor y confíen la una en la otra.

En esta entrada del blog vamos a abordar el proceso emocional que puede sentir el familiar que se hace cargo de los cuidados de una persona mayor que acaba de ser diagnosticada con una enfermedad degenerativa como puede ser la enfermedad de Alzheimer, la Demencia Prefrontal o el Párkinson. Cómo actuar, y de qué manera cuidar de un familiar mayor.

Cuándo es necesario cuidar de una persona mayor

Normalmente estas situaciones de cuidado surgen de repente y marcan un antes y un después. En estos momentos se producen una serie de cambios para los que uno no está preparado y, sin embargo, pueden durar bastantes años.

Obviamente dependerá mucho de si la situación en la que se encuentra la persona mayor es de casi completa independencia, o si ya existe un alto nivel de dependencia. Pero es muy habitual que, tras el diagnóstico, estos futuros cuidadores no profesionales realicen un proceso emocional que les permitirá adaptarse a las nuevas necesidades, siempre destacando que cada proceso emocional es diferente y único. A continuación, vamos a hablar un poco más detenidamente sobre este viaje emocional:

Relación entre familiares y la persona mayor al cuidado

Las relaciones y la forma de comunicarse y cómo tratar a un familiar en edad avanzada van cambiando conforme pasa el tiempo y se asume la situación. Esta evolución depende de las circunstancias, las personas al cuidado, y los cuidadores no profesionales. Distintos factores para llegar a un equilibrio emocional. Pero antes conviene destacar algunos de los episodios más habituales que se suelen dar.

Negación a la situación

Habitualmente, los cuidadores principales no profesionales pasan por una primera etapa de negación de la situación, donde no se siente como real el diagnóstico del médico, se vive como que la situación realmente no te está ocurriendo a ti. Es una etapa que ocurre ante cualquier pérdida y es completamente normal. Además, si somos conscientes de ello podremos poner en marcha el plan de acción que comentamos más adelante.

Búsqueda de información

Posteriormente se empieza a comprender mínimamente lo que conlleva la nueva situación y comienza una búsqueda de información sobre la enfermedad de su ser querido. En este punto es fundamental buscar fuentes de información fiables, ya que de lo contrario esa avalancha de información generará un mayor nivel de incertidumbre. Recomendamos buscar información en fuentes medidas como revistas médicas o preguntar en el centro de salud. De igual manera, acudir a fundaciones o asociaciones que trabajen con personas con esa enfermedad en concreto.

Sentimiento de culpa

A la vez de este proceso de búsqueda se suele sentir enfado, frustración o rabia por lo que está ocurriendo. Suele ocurrir una negociación sobre lo que se podría haber hecho de otra manera que quizás hubiera evitado la situación, lo cual genera más enfado y sentimiento de culpa.

Trizteza

Posteriormente suele sentirse un cansancio grande que supone la entrada a una fase de tristeza. Una fase en la que se necesita llorar y se expresa el miedo de poder perder a tu ser querido, de la nueva responsabilidad y de perder la rutina anterior. Los cambios asustan, es completamente normal, pero también conllevan cosas positivas. Y se recomienda buscar en todo este proceso emocional el apoyo de los seres queridos, desahogarse con ellos, comunicar las necesidades tanto a la persona mayor como al resto de la familia y no tener miedo a pedir ayuda. No te hará cuidar peor, sino cuidar mejor.

Aceptación y adaptación

Una vez que este torrente de emociones se calma va llegando la aceptación, la cual permite ir lentamente adaptándose a la nueva situación y poner las medidas necesarias para se desarrolle de la mejor manera posible. Esta adaptación se da a nivel emocional pero también a nivel de horarios, rutinas y elementos indispensables para fomentar la autonomía de la persona mayor tales.

Por ejemplo, hacerse con andadores o sillas de ruedas en caso de que la persona mayor tenga dificultades de movilidad. Otro consejo es etiquetar los objetos que suela usar la persona mayor y hacer un esquema visual de la rutina y pegarlo en la pared en caso de que se sufran olvidos. Así como contar con ayuda profesional o ajustar el horario y el tipo de comida a la medicación que se deba tomar.

Cómo gestionar estos cambios

Estos cambios necesarios se dan de una manera más eficiente y menos costosa si se hacen de manera organizada. Es importante elaborar un plan de acción que permita a la persona mayor ser lo más autónoma posible. Así como al cuidador principal no profesional o informal tener tiempo libre y conservar áreas de su vida fundamentales para su bienestar, tales como su vida social, sus proyectos personales y sus hobbies.

Abordaremos en futuras entradas del blog estas herramientas como las adaptaciones necesarias en el hogar, los horarios que sean sanos e introduzcan actividades lúdicas, crear entornos para la comunicación y la conexión emocional. Es muy importante abordar este momento sabiendo que vendrán momentos complicados, pero también otros buenos y que trabajar por una buena calidad de vida es fundamental tanto para el cuidador principal no profesional como para la persona mayor afectada.

Beatriz Carmena: Psicóloga.

El cuidado de mayores puede ser una tarea complicada cuando la persona tiene alguna enfermedad como Alzheimer o similar. En ocasiones las personas encargadas del cuidado de mayores, ya sean cuidadores profesionales o los propios familiares, sienten extrema preocupación ante diversos síntomas o problemas conductuales. Uno de ellos es el escapismo, e incluso la pérdida y desorientación.

Hay ocasiones en las que la persona comienza a deambular sin finalidad o destino definido. Esto se vuelve un problema extremo cuando comienza a ocurrir fuera del domicilio, existiendo un riesgo de fuga.

El cuidado de mayores es especialmente complicado cuando comienza a preocuparnos que se pierda. Se corre el riesgo de la desaparición de un familiar mayor por periodos largos de tiempo, o incluso de sufrir algún accidente al salir de casa sin ayuda ni supervisión.

Causas de las fugas y desorientación de ancianos

Como en ocasiones anteriores, en el cuidado de mayores que sufren trastornos conductuales de algún tipo se vuelve clave comprender las posibles causas de lo que les está sucediendo. Ya que ellos son los primeros en sufrir en estas circunstancias.

En muchas ocasiones, a pesar de que la persona mayor se vuelva algo más dependiente (ya sea por problemas cognitivos o físicos), sigue teniendo la necesidad de ser autónomo e independiente.

Para tratar de continuar manteniendo el nivel de actividad que solían tener previamente, pueden comenzar a deambular fuera o dentro del domicilio sin un objetivo claro.

También puede suceder que consideren que se encuentran en un entorno hostil dentro del domicilio, ya sea por calor o ruido excesivos, presencia de extraños, etc.

En otras ocasiones, pueden estar tratando de encontrar algo o a alguien.

En el cuidado de mayores comprender la causa de la conducta puede ayudar a paliar la misma, e incluso puede ayudarnos a mostrar más calma cuando nos encontremos la situación de nuevo en el futuro. Afrontar los hechos con tranquilidad es vital para evitar la pérdida y desaparición de personas mayores en el futuro.

Qué se ha de evitar

Ante el riesgo de fuga, en el cuidado de mayores evitar ciertos aspectos puede sernos de extrema ayuda:

  • Evitar entornos con temperaturas extremas, ya sea mucho calor o mucho frío.

 

  • Evitar entornos estresantes, con demasiada gente, mucho ruido, etc. También puede ser importante un nivel adecuado de luz, sin que haya demasiada o muy poca.

 

  • Evita razonamientos o explicaciones, sobre todo si éstas son complicadas o largas. Si tratas de razonar con lógica que no pueden salir fuera del domicilio sin ayuda, pueden sentir que tratas de detenerlos de hacer algo que ellos consideran importante.

 

  • Evita sujeciones mecánicas (cinturones, petos, etc.). Se ha demostrado que el uso de sujeciones mecánicas en el cuidado de mayores ayuda a aumentar el nivel de ansiedad o agitación en los mismos, lo cual solo empeora la situación ante un riesgo de fuga.

 

  • Evitar cambios en el domicilio o reformas en el mismo.

 

Medidas a tomar

Sabiendo qué no se ha de hacer en el cuidado de mayores con riesgo de fuga, vamos a analizar qué sí se debe hacer.

  • Medidas como cerrojos o disimular el pomo de la puerta pueden ser de extrema ayuda para evitar la salida del domicilio. También podemos poner un cascabel en la puerta para identificar cuándo la persona trata de salir, y evitar que lo haga sin nuestro conocimiento.

 

  • Medidas sencillas como colocar una alfombra, felpudo o baldosas negras en la puerta de entrada puede ayudar a evitar que salga. La imaginación siempre es de ayuda en el cuidado de mayores.

 

  • Identificar debidamente a la persona mayor, con su nombre y dirección, en caso de que se pierda y alguien, como un policía, pueda encontrarle. También podemos añadir una inscripción que indique los problemas de memoria, y puede ayudarnos el uso de complementos con GPS incorporado.

 

  • Realización de ejercicio físico controlado. También anticiparnos a la fuga saliendo con ellos a dar paseos por la zona. La rutina siempre será de utilidad en estos casos.

 

  • Instalar una alarma o detectores de movimiento.

 

  • Facilitar un entorno seguro para pasear en el domicilio o jardín particular, que no suponga un riesgo para la persona.

 

  • Señales visuales, como una señal de stop en la puerta, o ayudas que facilitan la orientación espacial de la persona y le permitan identificar dónde se encuentran. La orientación espacio – temporal es el “eterno olvidado” en el cuidado de mayores, ya que interpretamos erróneamente que al no acordarse tiempo después, no es de verdadera utilidad. La realidad es que les proporciona un mayor sentido de estabilidad.
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